domingo, 7 de marzo de 2010

Cámara HOLGA. Mi HOLGA.

por Luis Espinosa

La cámara HOLGA ha permitido, como ninguna, un intercambio internacional de ideas sobre modificaciones posibles para lograr que esa caja de plástico haga lo imposible.
Desde los más lejanos rincones, infinidad de fotógrafos vuelven a escribir con la luz y generosamente comparten, a través de la Web, sus modos de hacer fotografía, sus descubrimientos y trucos de cómo lograr tal efecto o modificación, sobre una cámara que se presta a ser tocada, transformada por cualquiera que tenga ganas de hacerlo.
Para mí, es un juego permanente que recupera la fotografía analógica al terreno de la expresión, del arte y la aventura.
El mínimo de recursos, la dificultad para captar una toma, la ausencia de aditamentos tecnológicos que solucionen problemas e inviten a no pensar, son algunas de las primeras virtudes de la HOLGA.
Entre la realidad y el ojo (sinécdoque del intérprete de aquella realidad) se interpone una herramienta que no hará nada a menos que le digamos qué hacer. Pero, al mismo tiempo nos devolverá infinidad de sorpresas que se conocerán recién después del proceso de laboratorio.
Aquí presento a mi HOLGA y las modificaciones que conseguí realizarle.

Mi cámara Holga 120 CFN


Puede verse sobre el gatillo, la primera modificación: una chapa cortada de un slot de una vieja computadora que me permitió conseguir la superficie suficiente para adherirla al cuerpo de la cámara y tener el paso de tuerca justo para atornillar el disparador de cable.


Chapa pegada con un adhesivo epoxi.


Cable disparador atornillado y listo para disparar empujando hacia abajo el gatillo.
Esta modificación permite utilizar óptimamente la función bulbo de la cámara manteniendo la inmovilidad cuando está montada sobre un trípode.



El cable permite hacer un disparo simple o, a través de un freno, mantener pulsado hasta que se vuelve a apretar, logrando realizar exposiciones de tiempos muy largos.


Construí este adaptador cortando la base de un vaso de plástico de manera que calce como bayoneta sobre el objetivo. Se ven en naranja los dos suplementos que permiten el agarre.
El agujero central está ajustado a la medida de unas viejas lentes de aproximación Zeiss Ikon.


Caja plástica original de las lentes Zeiss Ikon para la cámara Contaflex que compraron mis padres en 1962 y con la que sacaron todas las fotos de mi infancia (todavía la uso).


Las lentes permiten un enfoque a 20, 30, 50 y 100 cm. Mejorando así, las posibilidades de acercamiento de la lente original de la HOLGA. Pude comprobar esta efectividad , abriendo la tapa posterior y colocando un papel translúcido sobre la máscara de plástico para 6x6. Gatillando y manteniendo el obturador abierto en bulbo, la acerqué a una lámpara incandescente hasta ver nítido el filamento. Luego medí la distancia a la que había quedado. ¡Coincidían con la indicación de fabrica de Zeiss Ikon para cada lente!





El adaptador calza lo suficientemente justo como para confiar en que va a mantener su posición y no se va a desenganchar. Al mismo tiempo es fácil de remover.



Pueden superponerse varias lentes que suman acercamiento pero a la vez quitan entrada de luz y exageran el viñeteado dando un efecto tubo. Es obvio que toda medición de encuadre y distancia debe hacerse desde afuera y "a ojo", pues no hay forma de ver lo que estamos enfocando.




Puede verse la cinta adhesiva negra con que tapo la ventana del contador de fotogramas y las juntas entre la tapa y el cuerpo de la cámara. También la uso para sujetar los cierres de los costados.


Otra función que le encontré al adaptador fue la de sujetar los filtros de color elaborados con acetatos transparentes.



Los acetatos, recortados con tijera se ubican sobre el objetivo y se sostienen con el adaptador. La posibilidad que da la HOLGA de poder exponer varias veces el mismo fotograma, (ya que sin trabas se puede volver a gatillar una vez disparado por primera vez sin tener que correr la película), puede ser bien aprovechada a la hora de usar los filtros ya que es posible cambiarlos entre un disparo y otro. Generando una opción diurna de lo que puede hacer el flash de cuatro colores de la Holga 120 CFN.


Aquí con el filtro de acetato rojo.


Aquí con el filtro de acetato azul.


Después de todo esto la HOLGA se mete en la sangre y se transforma en un modo personal de pensar la imagen. Un gran juego de ingenio. Un regalo único de la vida. No exagero.
Por eso puedo llamarle MI HOLGA.

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